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Héroe soviético de la Segunda Guerra Mundial
Un gran francotirador

Vasili Zaitsev

Recientemente, el nombre del gran francotirador Vasili Zaitsev, héroe de la batalla de Stalingrado, era recordado de nuevo por todos. La batalla de Stalingrado no fue solamente la anécdota de la casa del sargento Pavlov y los sangrientos combates que se desarrollaron en la colina Mamaiev Kurgan. Es también la cacería humana que se desarrollaba diariamente entre francotiradores alemanes y rusos.

Recientemente, el nombre del gran francotirador Vasili Zaitsev, héroe de la batalla de Stalingrado, era recordado de nuevo por todos. La batalla de Stalingrado no fue solamente la anécdota de la casa del sargento Pavlov y los sangrientos combates que se desarrollaron en la colina Mamaiev Kurgan.

Es también la cacería humana que se desarrollaba diariamente entre francotiradores alemanes y rusos. En la mirilla del fusil de Vasili Zaitsev, que se conserva en el museo de la batalla de Stalingrado, la muerte acechaba a los alemanes.

En la copia de la lista de los combatientes propuestos para ser condecorados y firmada por el general Chuikov el 25 de diciembre de 1942, la mención concerniente al teniente Vasili Zaitsev refiera sus cualidades excepcionales de francotirador.

En aquel entonces, Vasili Zaitsev había abatido ya 225 soldados y oficiales enemigos.

Era el «trabajador» dedicado de aquella gran batalla, con un rendimiento diario de diez a quince almas enviadas al otro mundo. Pero ¿a quién le preocupaban en aquella época las almas y su salvación? El que más dedicación puso en la aplicación del lema «¡Maten al alemán!», que concibió Ilya Ehrenburg para la propaganda militar soviética durante la Segunda Guerra Mundial, fue aquel hijo de un cazador del Extremo Oriente.

Pero el teniente Vasili Zaitsev y sus émulos no tenían nada que ver con los asesinos a sangre fría que trabajan hoy para el mundo del crimen. Svetlana Argastseva, empleada del Museo de la Batalla de Stalingrado, lo describe como «un hombre de mediana estatura, más bien robusto, de gran modestia. Un muchacho taciturno. Nunca se ponía en primera fila en una foto».

Juba, el francotirador de Bagdad

El francotirador de Bagdad anda suelto y los marines gringos viven aterrados. La leyenda habla de un solo hombre que, apostado entre los escombros de la guerra, elimina con su endiablada puntería a sus enemigos.
Es rápido. Es preciso. Es letal.

No tiene nombre ni rostro. Sólo se le conoce como Juba, apodo que le pusieron los propios soldados estadounidenses apostados en el sur de Bagdad, quienes han visto caer bajo la endiablada puntería del francotirador iraquí a un número indeterminado de sus compañeros.

Se dice que comenzó sus ataques contra las tropas de ocupación en
febrero de este año. Durante varios meses no fue más que un rumor. Hoy va camino de convertirse en una leyenda. A principios de agosto, el diario británico The Guardian consignó por primera vez las actividades de Juba. De ahí saltó a los numerosos blogs -o diarios en línea- que hay en internet sobre la guerra en Irak, donde ya se discute sobre su posible identidad o el tipo de arma que utiliza para llevar a cabo sus ejecuciones. Sólo faltaba un video para convertirlo en mito.

Una mañana cualquiera en algún barrio del sur de Bagdad. Un tanque
estadunidense patrulla las callejuelas de lo que podría ser un parque o un mercado. Frente al pesado Humvee, a unos cuantos metros, circulan destartalados automóviles locales. Un soldado permanece adentro del tanque.

Otro se pasea por delante, justo debajo del cañón. Uno más descansa en posición de firmes en la parte trasera del vehículo militar. Dos niños pasan jugando a escasos centímetros del tercer soldado. Una cámara de video registra esta escena durante varios minutos.

De pronto se escucha el sonido de un disparo. El tercer soldado recibe el impacto en el pecho y se desploma. Los niños corren al ver caer al hombre. Sus compañeros no se darán cuenta, sino mucho tiempo después, de que Juba volvió a atacar.

No se sabe si se trata del mismo francotirador en todos los casos. O
si haya dos, cinco o diez. También se desconoce su nacionalidad. Pero estas incógnitas sólo aumentan el interés hacia el misterioso insurgente iraquí.

Expertos militares creen que se trata de un solo tirador, porque todos sus disparos van firmados: la bala entra exactamente a la mitad de la espina dorsal por la espalda, dejando incapacitados a los soldados, o arriba del pecho, directo al corazón o en el cuello. Además, hace tiros perfectos y jamás necesita de un segundo balazo para eliminar a su objetivo. Un solo disparo y desaparece.

Juba sólo ataca a la luz del día y de preferencia en espacios
concurridos, como para enfatizar la indefensión de los soldados enemigos. Se ceba sobre los retenes o patrullajes que efectúan los militares estadunidenses. La luz es importante porque el rifle que porta lleva adaptada una cámara de video que registra a cada una de sus víctimas.

Militares consultados por The Guardian recalcan la disciplina y el gran
entrenamiento que parece demostrar el francotirador, ya que sólo ejecuta al personal militar extranjero, sin provocar daños a la población civil, lo que a los ojos de los iraquíes lo convierte en una especie de justiciero vengador.

Es difícil saber cuántos soldados ha matado o dejado lisiados el
francotirador de Bagdad. Según cálculos conservadores, serían por lo menos una veintena. El video distribuido esta semana por el Ejército Islámico de Irak habla de alrededor de 200.
“Si escuchas el zumbido de las balas no debes preocuparte. La que se oye es que ya ha pasado. El peligro está en aquellas que no oyes. Pero no te preocupes, porque da igual. Cuando toca, toca. Cuestión de suerte y de no levantar demasiado la cabeza”.

Simo Häyhä

Simo nació en el pequeño pueblo de Rautjärvi, cerca de la actual frontera finesa con Rusia, e inició su servicio militar en 1925. Durante la Guerra de Invierno de 1939-1940 entre Finlandia y la Unión Soviética, sirvió como francotirador contra el invasor ruso. Actuando a temperaturas que oscilaban entre los veinte y los cuarenta grados centígrados bajo cero, y vestido completamente de camuflaje blanco, Häyhä abatió a más de 505 soldados enemigos, aunque datos extraoficiales elevan esta cifra a 542. El recuento diario de los enemigos muertos se llevaba a cabo en el campo de batalla por los mismos francotiradores finlandeses.

Häyhä utilizaba una variante finesa del fusil soviético Mosin-Nagant, el rifle M28 Pystykorva. Simo prefería no usar mira telescópica para no aumentar el tamaño del blanco que ofrecía al enemigo durante los combates, y porque con frecuencia, los francotiradores eran delatados por el reflejo del sol en las lentes de estas miras. Además, su corta estatura (1,52m), le fue de gran ayuda a la hora de pasar inadvertido en el combate.
Además de sus bajas con el fusil, Simo tiene también acreditadas otras doscientas con un Subfusil. Todas las bajas que este tirador infligió al ejército soviético se produjeron en un plazo de tres meses. El 6 de marzo de 1940, Häyhä fue herido en la cara por una bala explosiva enemiga. Antes de esto, los rusos elaboraron multitud de planes para acabar con él, incluyendo el envío de francotiradores y ataques de artillería, que no consiguieron ningún resultado. Se presume que el disparo que le hirió fue realizado al azar, y las heridas le produjeron un coma.
Simo fue rescatado por sus compañeros, quienes relataron posteriormente que "la mitad de su cara había desaparecido". El día 13 de marzo, el mismo en que se firmó la paz entre la Unión Soviética y Finlandia, Simo Häyhä recuperó la consciencia. Tras la guerra, fue ascendido de cabo a segundo teniente por el mariscal de campo Carl Gustaf Emil Mannerheim. Ni antes que él ni posteriormente ningún soldado había obtenido un ascenso en circunstancias tan dramáticas en la historia militar de Finlandia.
Preguntado en 1998 por cómo llegó a ser tan buen tirador, simplemente contestó que "practicando". Sobre su oneroso record de muertes, decía que "Hice lo que se me ordenó lo mejor que pude".


Lyudmila Pavlichenko

Pavlichenko llegó a ser una brillante estudiante en sus años en la educación básica. A la edad de catorce, sus padres se trasladaron a Kiev, la capital de la República Socialista Soviética de Ucrania. Allí se unió a un club de tiro, formándose como tiradora a la vez que trabajaba como molendera.
En junio de 1941, cuando estaba estudiando Historia en la Universidad de Kiev, la Alemania Nazi comenzó la guerra contra la Unión Soviética (ver Operación Barbarroja), tras lo cual se apresuró a alistarse. En la oficina de reclutamiento, solicitó unirse a la infantería y empuñar un rifle. El reclutador se rió de ella y le sugirió una especialización como enfermera. Decidida, rechazó la idea, mostrándole un certificado de puntería para probar su valía. Se unió a la 25ª División de Infantería del Ejército Rojo, llegando a ser una de las 2000 francotiradoras soviéticas, de las cuales sólo unas 500 sobrevivieron a la guerra. Como francotiradora, abatió a sus dos primeras víctimas cerca de Belyayevka, usando un rifle de cerrojo Mosin-Nagant soviético (adaptado para el tiro de precisión con una mira de cuatro aumentos). Éste disparaba balas de 9.6 gramos a una velocidad de 853 m/s, siendo efectivo hasta aproximadamente los 550 metros.
La soldado Pavlichenko luchó aproximadamente dos meses y medio cerca de Odesa, donde se adjudicó 187 bajas enemigas. Cuando los alemanes obtuvieron el control de la zona, su unidad fue retirada para ser enviada a servir en el cerco de Sevastopol, en la Península de Crimea. En mayo de 1942, con el grado de Teniente fue mencionada por el Consejo del Ejército Soviético del Sur debido a sus 257 alemanes abatidos. Su total de muertes confirmadas durante la Segunda Guerra Mundial fue de 309, incluyendo a 36 francotiradores enemigos. Ella encontró el cuaderno de bitácora de uno de los francotiradores alemanes que había abatido. Éste había quitado la vida a más de 500 soldados soviéticos.
En junio de 1942 fue herida por fuego de mortero. Dada su condición de heroína, fue retirada del frente menos de un mes después de recuperarse de sus heridas. Fue enviada a Canadá y los Estados Unidos para una visita de propaganda, y se convirtió en el primer ciudadano soviético en ser recibido por un Presidente de los Estados Unidos, el presidente Franklin D. Roosevelt y su esposa la recibieron en la Casa Blanca. Más tarde, Eleanor Roosevelt la invitó a recorrer los Estados Unidos relatando sus experiencias. Apareció antes en la Asamblea Internacional de Estudiantes, que tuvo lugar en Washington, D.C., siendo recibida como una heroína. Más tarde asistió a reuniones en el Congreso de Organizaciones Industriales, y realizó apariciones y discursos en Nueva York. En Canadá, fue obsequiada con un rifle Winchester con mira óptica, el cual se exhibe hoy en el Museo Central de las Fuerzas Armadas en Moscú.
Habiendo alcanzado el rango de Comandante, ya no regresó al frente, sino que, como instructora, entrenó a cientos de francotiradores soviéticos antes del fin de la guerra. En 1943 recibió la Estrella de Oro de la condecoración de Héroe de la Unión Soviética. Tras la guerra, terminó su formación en la Universidad de Kiev y empezó su carrera como historiadora. Entre 1945 y 1953 fue ayudante del Cuartel General Principal de la Armada Soviética (participando además en numeras conferencias y congresos internacionales). Más tarde, fue miembro activo del Comité Soviético de Veteranos de Guerra.
Lyudmyla Pavlichenko está enterrada en el Cementerio Novodevichy en Moscú.

Fuente: [internet]




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